Un día es
una efímera parte de la vida de una persona, ¿Qué se hace o se deja de hacer?
Ella despertaba con el alba para cocinarles a sus tres hijos, pero en la nevera
no había nada.
María vive
en un pobre barrio de Trujillo, en la calle la tildan de unas tuercas de menos,
pero en su sonrisa y suave voz solo se perciben buenos sentimientos.
Ella
trabajaba limpiando, pero ahora no tiene trabajo, se la pasa pidiendo de casa
en casa para aminorar el fantasma del hambre, que no solo la atormenta a ella,
sino también a los suyos.
Sus mejillas
redondas se volvieron dos huecos, su rolliza figura un esqueleto de
laboratorio, esa risa inocente y cantarina en una mueca, que no trae a su faz
más que disgusto.
Pablito, el
hijo mayor de María, es tildado de ladrón, y es por ello que nadie la recibe,
pero en el corazón de una madre no hay
ojos para eso porque “Pablito es un niño bueno, aunque está creciendo”.
Su corazón
soñaba con una vida vibrante, vistiendo finas galas y dándole a sus retoños el
mejor de los cuidos, pero la cosa no resulto así, solo en sueños vive esas
maravillas y despierta evoca la ilusión de un oasis de salvación, como quien
muere en el desierto.
¡Hay María
cuanto duele verte así! Diciendo “¿Tiene algo para darme de comer? No tengo que
darle a mis hijos” ¿Qué pensaras en la noche? ¿Cuál será tu alivio?.
En una
tierra de bastos paisajes, exultantes riquezas, gente hermosa y dulce, que es
cálida con quien llega, ¿Por qué padecen los hijos de esta tierra? Unos dicen que
guerra, otros que patria, el motivo no interesa; lo que importa es la gente que
sufre y nadie la salva.