martes, 10 de abril de 2018

María en el país de las maravillas




Un día es una efímera parte de la vida de una persona, ¿Qué se hace o se deja de hacer? Ella despertaba con el alba para cocinarles a sus tres hijos, pero en la nevera no había nada.

María vive en un pobre barrio de Trujillo, en la calle la tildan de unas tuercas de menos, pero en su sonrisa y suave voz solo se perciben buenos sentimientos.

Ella trabajaba limpiando, pero ahora no tiene trabajo, se la pasa pidiendo de casa en casa para aminorar el fantasma del hambre, que no solo la atormenta a ella, sino también a los suyos.

Sus mejillas redondas se volvieron dos huecos, su rolliza figura un esqueleto de laboratorio, esa risa inocente y cantarina en una mueca, que no trae a su faz más que disgusto.

Pablito, el hijo mayor de María, es tildado de ladrón, y es por ello que nadie la recibe, pero en el corazón de una madre no hay  ojos para eso porque “Pablito es un niño bueno, aunque está creciendo”.

Su corazón soñaba con una vida vibrante, vistiendo finas galas y dándole a sus retoños el mejor de los cuidos, pero la cosa no resulto así, solo en sueños vive esas maravillas y despierta evoca la ilusión de un oasis de salvación, como quien muere en el desierto.

¡Hay María cuanto duele verte así! Diciendo “¿Tiene algo para darme de comer? No tengo que darle a mis hijos” ¿Qué pensaras en la noche? ¿Cuál será tu alivio?.

En una tierra de bastos paisajes, exultantes riquezas, gente hermosa y dulce, que es cálida con quien llega, ¿Por qué padecen los hijos de esta tierra? Unos dicen que guerra, otros que patria, el motivo no interesa; lo que importa es la gente que sufre y nadie la salva.