Cortesía Prensa ULA |
Melanie Calistri/ ECS
Es
pesimista decir que la situación del país esta acabando con todo, pero es de
necios negar lo que los ojos ven.
La
universidad es el sueño de muchos y con el pasar de los años se ha ido
transformando en una utopía, en algo etéreo e inalcanzable para muchos, aún
cuando las universidades autónomas son públicas, ahora solo quienes tienen
dinero pueden vivir el sueño de perseguir un titulo cómodamente, con la única
responsabilidad de estudiar.
Ahora
ya no es tan cómodo ser estudiante, nuestra casa se queda sola, holgada sólo
nos queda la ropa, tanto alumnos como profesores estamos viviendo un vía crucis
interminable, transporte, efectivo, comida, salarios, familia, seguridad… cada
una es una parada en este guion trágico donde cada personaje busca salir
valientemente victorioso, pero ¿Quién ganará? ¿Nosotros o nuestros demonios?
En
el pasado la universidad era un nicho próspero de alegría, conocimiento y luz,
un Ítaca anhelado, una bendición divina donde todos éramos uno en creencias, credo
y raza, ahora solo se ven cáscaras vacías que penan o nuevos estudiantes que
ignoran la majestuosidad del pasado, y por eso aun pueden ver entre las sombras
un futuro.
Aquellos
que desertaron en busca de nuevos horizontes, no se les repudia su valiente
cruzada, sólo es lamentable el hecho de que las circunstancias alejaran tantas
mentes talentosas, de recibir su pergamino y toga.
Para
los que aún luchan día a día por alcanzar su sueño, la casa del conocimiento les hará compañía hasta
que ya no pueda más, y se desvanezca o prevalezca sobre el caos.
El
árbol que da frutos es el que le lanzan piedras, es más fácil dominar las masas
si están cegadas por la oscuridad de la ignorancia.
Próxima
a su 233 aniversario esta la Universidad de Los Andes, ¿Habrá fiesta este año?
Sí es así y los apagones dejan velas para la torta, deberían soplar alguna y
pedir el deseo de que nuestra madre ULA
vuelva a su esplendor de antaño, porque ¿Qué buen hijo no llora la desdicha de
su madre?