domingo, 24 de abril de 2016

VICENTE GERBASI FRENTE AL BOSQUE

Fotografía: Henrique Hernández

Ser poeta es un oficio de amor, constancia, integridad, desprendimiento, sacrificio, y revolución, ser poeta es traducir el lenguaje de las cosas que rodean la vida diaria, una surte de médium para el espíritu que es el poema. Entonces la poesía es un cuerpo cristalino en plena actividad, merodeando en todas partes, no conoce de límites o fronteras, es libre, universal. Vicente Gerbasi, no escapa a ninguno de estos conceptos, por herméticos que parezcan.

Gerbasi es de una forma muy peculiar el fundador de una nueva sensibilidad poética en Venezuela, sin él la poesía venezolana seguramente hubiese tomado otro rumbo. Nace en Canoabo en el año de 1913 y muere en 1992, hijo de inmigrantes italianos, cursa estudios de primaria y secundaria en Italia, para regresar a su Venezuela natal. Su poesía es una eterna evocación de lo más introspectivo del ser poético, a través de la internalización del mundo recalca los enigmas de la vida como circunstancia imperecedera del hombre en el universo. Evidentemente matiza su escritura con una delicada tradición que fusiona naturaleza y poesía; paisajes nativos, la aldea, el bosque, los manantiales, laudes, el trópico con sus magnificencias, se entretejen formando una atmosfera de fulgores serenos, melódicamente alusivos a su terruño.

La naturaleza es por ende el signo de su poesía, “Ella es realmente un bosque de sueños que está colocado entre la tierra y el cielo, un bosque musical y misterioso en que el alma anda errante y triste y jubilosa buscando la gracia en la sombra que no es enemiga sino amiga.” (Humberto Díaz Casanueva, Viernes, N° 9, Caracas, 1940). Esto nos deja afrontar la idea de paisaje como espacio visto, vivido, donde asume instantáneamente una libertad significativa en la palabra poética orquestada con los diversos estados del alma.

En el Bosque

Con mi soledad te espero en el bosque.

Que vengas hacia mi toda ternura
como viene la brisa a los ramajes.
Que crezcas a mi lado
y te aferres a mi como una orquídea.

Te daré el abanico
de las auroras,                                                 
te mostraré los frutos
que dan los altos árboles
para que seas amiga de las aves.

Que vengas hacia mi toda ternura
porque soy triste como la penumbra
que florece en los bosques.
Que tus ojos me den los cielos que no he visto
y tu voz los murmullos que no he podido oír.

Yo para ti hallaré la tierra,
la sembraré de amor
y de esperanza,
y tú como la tierra,
me darás la semilla.

Veremos florecer plantas y nidos
correr las aguas, el amor, los días…

y esperaremos la muerte
como los bosques tranquilos
esperan la madrugada.” (Vigilia del náufrago, 1937, Vicente Gerbasi)

Su lenguaje se llena del encantador rumor del bosque, cada instante es un encuentro poético medular, germina febrilmente de su alma la cadencia platónica con marcadas, pero delicadas pinceladas naturalistas desde la visión del absoluto enamorado. Un tanto explícito su lenguaje, imágenes de sencilla hermosura, que proporcionan una poesía digerible para todos, diversa. Ambiciona recrear al bosque en todas sus formas, con la vida y la muerte, la luz y las penumbras, el día y la noche, con la fusión de espacio y tiempo, memoria y sujeto, como estructura del poema. Muestra lo trascendental de la vida en la totalidad de la experiencia metafísica.

Esta metafísica noción del bosque es la que le permite sintetizar con nitidez la imagen de su poesía, ligada al pensamiento místico. Eleva la naturaleza de forma tal, que nos trasmite esa comunicación directa que tiene con ella, alcanzándola hasta de algún modo igualársele con hermoso éxito. Pérez Perdomo nos dice: “Este proceso de idealización de o subjetivación conduce a una cerrada identidad entre la naturaleza y los estados de ánimo del poeta, en la que los términos de la relación pueden llegar a invertirse y confundirse, pudiendo, en consecuencia, los estado de ánimo pasar a ser atributos de los objetos físicos y las cualidades de estos a ser los estados de ánimo no simplemente su reflejo o representación.”  (Vicente Gerbasi Antología Poetica, Monteavila Editores Latinoamericana, C.A., 2004).

Gerbasi deja en evidencia que la naturaleza de su Canoabo natal es esplendorosa, poblado de abundante vida animal y exquisita vegetación, una geografía estupendamente rica en imágenes, sonidos, aromas y sentires que se desbordan en los sentidos como dulce caudal colorido. Matices que celebra sin caer en la irrespetuosidad verborréica, manteniendo una posición de telúrica reverencia. “La poesía se inicia cuando se / comienza a ver el mundo”, acertadas palabras del poeta.

La metafísica en Gerbasi apunta a la cotidianidad de objetos conocidos y se estructura a través de tópicos como  la muerte, el sufrimiento asumido de manera optimista, el vacío, la relación entre el ser y la natura, la soledad, la figura de Dios como guía, el amor, el terruño que ocupa o que ha dejado en algún momento, se deleita el poeta con esos ameno factores, pero que no dejan de ser al extremo significantes. Veamos:

SINFONÍA EN EL SUEÑO

Nimbado de arcoíris, a ti me acerco, ¡oh, Dios!
tú que vigilas con mirada de firmamento estos dominios míos,
colmados de maravillas con sueños y sufrimientos.
Ungido de la luz que te hace glorioso en los eternos vergeles
a ti asciendo hecho de tus resplandores,
sin renunciar a lo bueno y a lo malo que me has dado
en la esplendorosa verdad de tus imperios.” (Bosque doliente, 1940, Vicente Gerbasi)


Su voz es un viaje sentimental de vida fulgurante, aproximado a lo abstracto más que a lo terrenal-comprensible, se dilata por ende más hacia Dios que al orbe, impulsado por su innegable coalición con dicha divinidad. Entendemos entonces que el poeta para Gerbasi debe ser un dulce eco de Dios, o extensión de éste. De allí su búsqueda por lo más íntimo del ser, con espontanea expedición, partiendo de un chispazo mágico. Se concretiza la poesía Gerbasiana en un cosmos de imágenes aleccionadoras, que nos traslada, como pocos, a esos instantes de divina iluminación y nos llega a los lugares más impenetrables del alma.