![]() |
Cortesía: fucsia.cl |
Desde el más pequeño hasta el más grande ha demostrado y certificado
con hechos a cualquier foráneo que nos visite que nuestra esencia de ser gentiles y respetuosos lo llevamos en nuestra sangre, pero últimamente han acontecido
situaciones que ponen en duda la opinión que tienen acerca del lugar que sirvió de
aposento para el abrazo de Bolívar y Morillo.
Muchas personas han emigrado a las grandes ciudades de
Venezuela para buscar campo de trabajo, un mejor porvenir o simplemente para aventurarse,
dejando como resultado, al regresar después de un largo tiempo a su tierra
natal, personas con nuevas costumbres, hasta la forma de hablar cambia y nuevos
términos coloquiales son adquiridos.
Aunque se vayan y estén en el mismo país; se presenta el caso
particular de Venezuela que tiene un dialecto, una gastronomía y estilos de
vidas que varían de un estado a otro.
Cuando una persona se va por un período extenso ocurre un proceso
de aculturación, adaptando cosas de otras ciudades a su propia cultura, lo que
crea en su pueblo una fusión multicultural y por tanto nos vamos contagiando de
nuevas cosas y poco a poco perdemos nuestra identidad.
No es sólo esto, es también la falta de interés, al no
enseñarles a nuestros niños lo que de pequeños nos enseñaron a nosotros: a
esperar que terminen de hablar para nosotros poder opinar, a pedir permiso
cuando se pasa por el medio de dos personas que hablan, a no ser muchachos mal mandados, es decir que cuando nos
piden un favor de una vez lo hacemos, al saludar cuando llegamos a algún lugar,
y por sobre todas las cosas a respetar a las personas mayores.
Cortesía: entrefilosybalas.blogspot.com Los pueblos han ido creciendo y comercializándose, varios hasta convirtiéndose en ciudades, dejando a un lado la vida campestre. |
Nos vamos civilizando cada vez más y eso también hace que
nuestros ritmos de vida sean muy agitados, porque hay más tráfico, las personas
tienen muchas cosas por hacer y casi no tienen tiempo para detenerse por un
segundo a pensar en el que está a su lado, ni en quien está necesitando ayuda a
su alrededor.
Pasan tantas cosas por nuestra cabeza que vamos en modo avión y se nos pasa dar los buenos
días, las buenas tardes o las buenas noches. Ya tratar a un adulto mayor o a un
desconocido de usted no es común, no
hay espacio para tener preferencia por edad ni por discapacidad.
Todavía quedan esos pueblos dignos de admirar que le prestan
la debida atención a los demás, con ritmos cotidianos no tan acelerados, en donde
tú vas y te reciben con cordialidad y aún son serviciales, donde no importa las
condiciones en las que viven; pero siempre tienen algo que ofrecerte para que
te sientas cómodo. Esa gente pueblerina del estado Trujillo aún nos dan las
esperanzas de que no todo se ha perdido en las personas.
![]() |
Autor: Gladys Zambrano |
A la gente de los pueblos de Trujillo, el apego y el amor a
sus tierras el sentido de pertenencia, no tener deseos de irse, sino de
progresar, es lo que hace que de generación en generación se transmita ese
mismo sentimiento de no querer cambiar el estilo de vida que les han inculcado
y eso produce que se mantenga el calor tan puro del trujillano en esos lugares.
Pensemos en quienes éramos y como somos, rescatemos nuestra
esencia, no es cuestión de sentarnos a reprocharnos, es de conseguir de nuevo
quienes somos y recordar nuestras raíces.