domingo, 19 de julio de 2015

7 cosas que hicieron feliz nuestra niñez (Feliz día del niño)

Cortesía: app.emaze.com
La infancia es una de las épocas más emotivas en la vida de un ser humano. La inocencia, la fraternidad y la fantasía envuelven el día a día del niño. En esta fecha tan especial, queremos que te sientas niño de nuevo, y recuerdes aquella nostálgica época donde no hacía falta un teléfono inteligente para vivir los momentos más especiales sin salir de tu barrio.

Jugar Policía y Ladrón
Cortesía: juegospopularesieshlanz3.blogspot.com
Este juego era la imagen infantil de la lucha eterna entre el bien y el mal. Con pistolas imaginarias los niños corrían a defender la calle del barrio de aquellos “azotes” que pretendían robar la paz del lugar.

¿Cómo sabías quién disparaba primero? Si eras capaz de gritar más fuerte que tu contrincante y lograr convencer a tus compañeros que tu “plum plum” sonó primero, tenías el triunfo asegurado.

Si eras un ladrón cargado de “decencia” y te entregabas a los efectivos policiales, ibas preso y esperabas que tu amigo más “avión” llegara con las llaves del retén a salvarte la vida.

Ale limón, ale limón
Cortesía:  www.juegostradicionales.org
“… el puente se ha caído, sol y luna dejadlo pasar, la hija del rey se quiere casar. El de adelante corre mucho y el de atrás se quedará… ¡Se quedó!” La canción  infantil puede cambiar su letra dependiendo el lugar.

En este juego, dos niños con las manos levantadas cantaban la canción mientras los demás pasaban por el lugar. Al terminar la canción si quedabas atrapado en el puente, debías elegir una fruta. No sin antes ser empujado con el famoso:

“Mosquito, mosquito pa´ lante y pa’ atrás… escoge la gruta que te guste más”.

Perrito Fusilado
Cortesía: fullinfoya.blogspot.com
Era sin duda, uno de los juegos que más adrenalina regalaba a sus participantes. En el perrito fusilado sólo existía una regla: No quedar de último. De hacerlo, aprenderías a la fuerza a correr lo más rápido hasta la zona de salvataje.

Un cuadro con los nombres de los participantes era hecho con tiza en una acera. Cada miembro debía lanzar una chapa a la fila de uno de los competidores. Si resultabas elegido, debías tomar el balón y correr, e intentar tocar a uno de los niños. Si no lograbas, o eras tocado, una “X” se agregaba a tu nombre.

Al final, el que tuviera más “X” acumuladas debía ser fusilado por todos los participantes. Por eso algunos intentaban jugar “mantequillita” no cualquiera estaba preparado para perder en tan dramático juego.

Gritar Stop antes que tus amigos


“Por la letra… Z” era el inicio de una competencia olímpica por ser el primero en gritar stop. Éste fue uno de los juegos más recordados de nuestra niñez. Capaz de reunir a personas de distintas edades una noche o un domingo algo aburrido.

En este juego se debía anotar a la velocidad de la luz el nombre, apellido, ciudad, fruto, animal, color y cosa que comenzara con la letra correspondiente. 100 puntos se conseguían si acertabas en solitario, 50 si más de dos tenían la misma palabra.

La batalla campal en este juego comenzaba cuando muchos reclamaban que el aguacate no era una fruta, que león y leona es lo mismo y que no existía el color frambuesa o el color oro.

El Escondite
Cortesía: www.conmishijos.com
Sería extraño escuchar que alguien en su niñez nunca jugó el escondite. Era uno de los juegos más populares de los barrios trujillanos. Con este juego algunos  conocieron sus primeros amores, y dieron rienda suelta a la astucia al intentar buscar escondites inspirados en las películas de acción que pasaban los domingos en la tarde.

“Un, dos tres fulano” Si eras el primero en ser descubierto corrías el riesgo de “quedártela” y tener que contar hasta el número 100 mientras los demás se escondían.
El grito de “Libertad pa’ todos” era motivo de festejo entre los participantes.

 Los gritos y aplausos llegaban incluso a aquellas casas donde algunas señoras gruñonas vivían. El escondite es un juego hecho para la posteridad, quizás el más recordado en los corazones trujillanos.

Elevar un volantín


Cuando llegaba mayo, los cielos trujillanos recibían el ingenio de la niñez. La mayoría hechos de manera artesanal, los volantines o papagayos surcaban las alturas mientras eran sostenido por hilo pabilo, el mismo que une a las familias para amarrar las hallacas navideñas.

Elevar un volantín era tarea del creador, de los amigos que querían hacer lo propio y de los vecinos que junto a una taza de café observaban como el papagayo indomable dejaba su marca en el cielo. Algunos perdían el equilibrio y dejaban soltar la cometa, la misma que terminaba enrollada en alguna telaraña eléctrica del pueblo.

El diario Últimas Noticias te da las indicaciones para que aprendas a hacer tu propio volantín. Pincha este enlace

El conejo la suerte
Cortesía: www.imagui.com
“… tú besarás, a la chica o al chico que te guste más” así termina la frase del famoso juego infantil que nos acercaba cada vez más a la etapa juvenil. El misterio, los nervios, y la complicidad de los niños que entre risas y pena esperaban el ansiado beso entre el elegido y penitente.

Todos tomados de las manos al son de la canción “el conejo de la suerte se ha marchado a la hora de comer, haciendo reverencia con cara de inocencia. Tú besarás a la chica o al chico que te guste más” el elegido debía levantarse, cerrar sus ojos mientras daba vueltas.

 El dedo indicaba a quién le correspondería el honor, aunque no era raro que las mismas personas por cosas del “destino” siempre terminaran de beso en beso.

Nuestra niñez fue una época cargada de misterio e inocencia. Sin aparatos electrónicos, sin tanta bulla y llena de cuentos y juegos que hacían que las hora pasaran rápido, y esperáramos con ansias que llegara el otro día para seguir jugando con nuestros amigos.


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