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Mecánico popular, autodidacta, hombre de
tierra que nació en el Jardín de Venezuela. Zambrano no necesitó estudios
aeronáuticos para lograr una hazaña inimaginable: Volar el primer avión con
sello criollo por los cielos trujillanos.
Los habitantes de Boconó no caían del
asombro y la alegría cuando un ave de hierro paseaba los cielos del Jardín de
Venezuela por vez primera. Entre ellos se encontraba Vicente Zambrano, quien
desde ese momento sintió un soplo que lo motivó a decir “Yo soy uno de los que
debe crear un avión de esos, y mañana empiezo a hacer ese avión”.
Así dijo su viuda Rosa Amparo
Valladares en un documental de ConCiencia TV años atrás. Los documentalistas
intentaban descifrar la vida y la obra del trujillano que tiempo después vería
su sueño cristalizado como protagonista de una hazaña épica en su momento.
Y En aquel Boconó de finales de los
años treinta era común escuchar “Lo que no arregla Don Vicente no lo arregla
nadie”, así se refiere su viuda y afirma la cronista oficial de Boconó Lourdes
Dubuc de Isea al refrán que iba de montaña en montaña en aquel territorio
andino. Era cuestión de tiempo para que la historia le diera la razón a la
imaginación de Zambrano.
Haciendo posible lo imposible
Junto a sus
amigos y compadres, aquellos que lo acompañaban incluso en las parrandas
nocturnas, Vicente Zambrano comenzó a idear los planos y las ideas generales
para lograr que el aparato pudiera volar.
“El soñaba
con eso, se paraba en la madrugada y tenía papeles donde anotaba todo. (Vicente Zambrano) decía
que una persona le daba los datos para que construyera el avión” afirma
Valladares, la última Rosa que lo acompañó hasta su muerte.
La que fuera su esposa recuerda “Él quería mucho la tela de satén rígida
porque decía que con esa fue que le dio resultado”.
En el documental el físico Raúl Estevez recuerda que en el taller del trujillano había un aviso muy particular donde se alertaba que no se arreglaban carros. “Era como para ahuyentar a la gente. Tenía en el taller un montón de máquinas, él las iba fabricando conforme las iba necesitando” dijo.
Madera,
cuchillos y machetes fueron creando las hélices, no fue una ni dos, fueron
miles de pruebas para dar con la estructura perfecta, tanto así que según
Estevez, Zambrano le dijo que cuando cortaba la leña para cocinar le salían
hélices”.
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En 1940
junto a sus hermanos Porfirio y Hernan Zambrano y varios de sus amigos llevan
la primera prueba al caserío Los Pantanos, lugar donde años más tarde se construiría
el aeropuerto de Boconó, para sobrevolar la aeronave artesanal.
En su primer
intento el accidentado terreno levanta el avión por la cola peligrosamente
chocando contra el piso y desarmándose parte del aeroplano.
“Él venía
muy descontento, sus amigos le dijeron que abandonara el proyecto y él dijo que
no lo iba a abandonar” dijo en el documental Rosa Valladares.
Zambrano
decide aplazar la idea de sobrevolar los cielos por un largo tiempo para
encargarse de mantener a su familia. Pasarían los años sin lograr el objetivo
que incluso golpeaba en las noches de sueño en aquellas montañas andinas.
El momento definitivo y sus
preparativos
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La página de la Aviación Civil nos dice que el trujillano adquiere
un motor de un Volkswagen año 1948 (cuyo uso en aviación experimental era ya
común) y lo modifica colocando rodamientos de bolas en vez de los cojinetes, elimina
el sistema eléctrico Delco y le adapta los magnetos de un Tractor Allis
Chalmers, todo esto para hacer el motor más ligero.
Para su nueva versión del avión hace el fuselaje de tubo de acero
galvanizado “de los que sirven para conducir agua” y niples. Para doblar los
tubos hizo una maquina hidráulica, que contaba también con un compresor y un
caucho. Los amortiguadores eran de hoja de resorte de automóvil.
El entelado de la aeronave se hizo con tela de satén rígido pintado.
Como parabrisas, usó unos plásticos, que de acuerdo a las fotos parecen ser de
la lona de techo de un vehículo Jeep descapotable. Para determinar el centro de
gravedad, cuelga el aparato de un techo.
La que fuera su esposa recuerda “Él
quería mucho la tela de satén rígida porque decía que con esa fue que le dio
resultado”.
Surcar los cielos del Jardín de Venezuela
En el mismo
sitio en el que no pudo décadas atrás lograr la hazaña, hizo su segundo
intento. Zambrano encendió el aeroplano y comenzó el despegue. Nos dice el
físico Estevez: “le despegó y logró darle una vuelta a Boconó. Dice que se
asustó muchísimo cuando se vio en el aire y bajó un poco aterrado”.
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Resignado,
Vicente Zambrano decidió hacer el necesario aterrizaje forzoso y chocó contra
un árbol, sólo fueron algunos rasguños que eran minúsculos ante la proeza aeronáutica
que había gestado.
“Ese era el
sueño de su vida, hacer una máquina que volara” afirmó Lourdes Dubuc de Isea.
El ocho de
diciembre de 1966 Vicente Zambrano viaja a Maracay para donar al museo aeronáutico
de la Fuerza Aerea Venezolana el bautizado Boconó I. Lamentablemente hasta la
fecha no se conoce el paradero del aeroplano que hizo historia en la aviación
civil venezolana.
Sin embargo,
existe un documento que avala el ingreso del avión y fotografías del momento.
El trujillano
intentó luego volar un helicóptero hecho por él mismo, sin embargo desistió de
su intento. Relata su viuda que le dijo que no quería seguir con ese proyecto “Hizo
un arpa y amanecía cantado”.
Reconocimientos después de su muerte
En vida
recibió reconocimientos por su parte de la Aviación Venezolana en 1966, del
Ministerio del Trabajo “Orden al Mérito en el Trabajo en su Primera Clase 1984”
el premio “Luis Zambrano” a la inventiva Tecnológica 1992, de la Fundación La
Salle y el Instituto de Universitario de Tecnología Agropecuaria de Boconó
1994, entre otros.
El
Ministerio de Ciencias y Tecnología e Innovación entregó en 2012 un
reconocimiento Post-Morten a Don Vicente Zambrano.
Su esposa
recuerda “A él no le gustaban los reconocimientos después de muerto ¡Ya pá qué?”
Y también “Él
fue a probar el avión en el aeropuerto Rómulo Gallegos, que debería tener el
nombre de él pero antes todo era por palanca”. Una afirmación que sin dudas está basada en un hecho meritorio
que debe ser tomado en cuenta.