martes, 7 de julio de 2015

De Valera a los dominios de San Patricio: Conoce la odisea de un trujillano en Dublín


Dublín se convirtió en el némesis de su hogar. Pulir carros, lavar platos, podar un jardín, repartir panfletos políticos, fueron parte de los trabajos que tuvo José Aguilar en su paso por Irlanda. Todo lo contrario a lo vivido en Trujillo, donde sólo una experiencia laboral lo acompañaba en un país donde el sol en verano se acuesta a dormir poco antes de la medianoche.

Una pesada maleta de sueños arrastraba José Aguilar a su llegada al Dublín, la mítica capital irlandesa. Descubrió dos cosas al pisar Europa. No fue recibido por duendes y era una realidad que tanto él, su hermana y cuñado, llevaban sólo 100 dólares  gracias a la burocracia que arropa el sistema Cadivi.

Era abril, y los primeros días daban la bienvenida a este par de “turistas”  según constaba el libro de ingreso del aeropuerto. La amiga que prestó su hogar y los Aguilar sólo sabían el propósito del viaje: Radicarse en Irlanda, aunque José Aguilar pensaba distinto “Mi hermana  y su novio iban decididos a quedarse, yo  no. Sólo quería estudiar inglés y volver.”

Sin inglés y sin trabajo: su gran talón de Aquiles


En 15 días la Eva de los Aguilar había conseguido trabajo de niñera. “Mi hermana trabaja en un hogar donde tenía comida, hospedaje, cosas de aseo personal y hasta una bicicleta, y cada viernes ganaba 100 euros semanal.”

 Junto a su cuñado, el trujillano comenzó a planificar un día a día donde la mañana era dedicada a estudiar inglés en la biblioteca pública de Dublín y la tarde para entregar currículos en cualquier sitio.

Los nervios y el desespero atacaron a José, nadie llamaba, su bandeja de correo seguía igual, sólo algunas notificaciones de sus redes sociales que ya no eran importantes adornaban su email.

Un trébol de cuatro hojas: Su primer empleo

La ansiedad se transformó en ganas de aprender inglés. En poco tiempo logró dominarlo mucho más que su hermana y cuñado. Y para él era necesario “no sabía inglés y me sentía inferior porque salíamos a una reunión y todos dominaban ambos idiomas y contaban un chiste en ingles y yo no entendía.”

“Mi hermana me dijo que un político estaba aspirando a un cargo político y que estaban buscando personas para repartir volantes. Con nervios hablé con él y fue algo duro cuadrar la cita por mi inglés, nos vimos un jueves y el trabajo era hasta el sábado, trabajé tres días repartiendo volantes, ese fue mi primer trabajo.”

José empezó repartiendo volantes por tres días en apoyo al candidato del Partido Independiente Enmanuelle Sweeny, quien le prometió ayudarlo en su condado si resultaba electo.

El día de las elecciones el apoyo se esfuma. Sweeny queda de once (último lugar)  “era una tragicomedia, había perdido mi primer trabajo pero gané 64 euros por día. Era la primera vez que hacia plata en Irlanda y me sentía orgulloso” relata entre risas  Aguilar.

Bendecido por San Patricio: Consigue trabajo y paga su escuela


Una mañana su cuñado se queda estudiando inglés en la biblioteca, José camina por las calles de Dublín en busca de un trabajo que le permitiera estabilizarse y comenzar a estudiar “nosotros no íbamos a Irlanda a hacernos ricos, sólo queríamos vivir tranquilos y en mi caso pagar mi escuela”

Caminando en alguna de aquellas calles frías observa un aviso casi por gracia divina. “Vi en un lugar que decía se lavan carros a domicilio, pregunté me dijeron búscate los utensilios y te pones a lavar carros, lo único que vas a necesitar es agua. Era una gran idea”.

Acompañado de su cuñado van a “Euro Giant” un sitio donde todo valía un euro (Un todo a mil de aquella Valera dorada) “Compramos entonces dos potes, dos esponjas, dos trapos, los jabones más baratos. Hicimos unos panfletos que decían que lavábamos carros sólo por propina”. Trabajando un mes sin parar, el trujillano logró conseguir el dinero suficiente para pagar un apartamento, gas, electricidad, internet y comida. Logró cumplir el sueño que perseguía “Pude pagar la escuela que costaba en ese entonces 600 euros”.

Parecía que el patrono de Irlanda, quien una vez fue forastero en tierra extraña, prestaba su mano a estos inmigrantes venezolanos.

La época dorada: La olla de oro detrás del arcoíris


“A Dublín lo separa un río. La parte norte son calles impares, y la sur calles pares. Nosotros vivíamos ahora en Dublín 15. A dos horas a pie desde mi escuela”. Fue por esta razón que José Aguilar compró una bicicleta que por el largo camino terminaba siempre dañada. Ya no tenía tiempo completo para lavar carros, estaba dedicado a estudiar.

“Fui a la escuela y hablé con una de las encargadas que era Argentina, Karina se llamaba. Le expliqué mi situación y me dio trabajo como  jardinero de la escuela”. Aguilar ganaba 173 euros por semana trabajando medio tiempo, fue una “época dorada” sostiene.

Comenzó a tener las cuentas al día, tenía tiempo para conocer Dublín, e incluso, ampliar su grupo de amigos. “Empecé a crear mi propio grupo porque las amigas de mi hermana eran venezolanas y yo cambié el chip, tenía que conocer gente de otras partes del mundo y seguir practicando el inglés. Éramos casi todos hispanos, una francesa y un surcoreano, por respeto a ellos no  hablábamos español, todo era en inglés.”

Era lo que José esperaba, lo que deseaba. Sus luchas parecían tener sentido y su coraje una razón. Ya como estudiante hizo un corto viaje a Bélgica para luego regresar como estudiante. Esperaba pronto la carta bancaria y los tres meses de turistas eran olvidados por una vida en aquella tierra donde en verano el sol se esconde a medianoche.

Todo parecía marchar como era debido pero su época dorada no sería eterna. “solo me duró un mes”.

Agosto fatal: Cierre de la escuela e incómodos trabajos

Cortesía: RTE NEWS
“Al otro mes, el viernes, la argentina me dice: José no te voy a poder pagar completo, de hecho no te voy a poder pagar. No me preocupé y le dije que no pasaba nada. Al siguiente viernes te pago los 300 y picos de euros me dijo.” El otro viernes ocurrió lo mismo, y así estuvo el trujillano semana tras semana esperando su sueldo.

José estaba preocupado. Debía pagar el alquiler, las cuentas comenzaban a ahogarlo y un futuro incierto se vislumbró cuando llegó a la escuela y le dijeron que no habría clases. El golpe de gracia lo recibió a ver a una televisora reconocida a las puertas de la institución.

“Cuando llego el martes veo que la escuela está cerrada y que está la televisión RTE  News. A mi incluso me entrevistan y eso comienza a  preocuparme, vi que la cosa era seria. Hablo con Karina y me dijo que eso no había pasado antes,  que van a cerrar la escuela por un mes porque hay problemas económicos.  Vos no te preocupés que te vamos a pagar todo… todavía estoy esperando que me pague todo”.


La argentina le pide ayuda para acomodar las cartas de los estudiantes, José aprovecha y pide su carta bancaria. La mujer se ofrece a enviarle el formulario por internet, apresurada le dice que deben marcharse del lugar. Comenzaba un futuro incierto para el trujillano.

Ese mismo día le piden trabajar como ayudante en un restaurante. Confiesa que fue uno de los trabajos más rudos, más complicados e incómodos. El trato recibido era muy bajo y terminó marchándose con ganas de no regresar.

Los problemas con su hermana aparecieron, el ambiente no era propicio para llevar las cosas con tranquilidad. José toma una decisión que estaba rodando por su cabeza, desde tiempo atrás. “Decidí regresarme a Venezuela”

El retorno a la ciudad de las siete colinas


Luego de haber tomado la decisión, a José Aguilar le llovieron las ofertas de trabajo. Pero a todos se negó porque ya tenía planeado regresar a su hogar. Tomó sus maletas y marchó de nuevo a aquella tierra que esperaba ver tiempo después.

De Dublín a París, luego a Roma, Caracas y Barquisimeto. Sería su madre la que lo esperaría y llevaría al que siempre fue su hogar.

“Aunque no me traje dinero me quedó un gran aprendizaje que era lo que yo esperaba” nos dijo el valerano, quien asegura que luego de su experiencia en Irlanda ayuda en su casa con el aseo del hogar.

Sobre si volverá a Irlanda asegura que sí. Su hermana y cuñado han corrido con mejor suerte y están asentados en aquella tierra de duendes.


Lo que si tiene seguro es  no quedarse a pasar su vejez en aquel pequeño país europeo, pues el amor que siente por el paraíso con nombre de mujer supera en creces su experiencia en la romántica y literaria Dublín.