Dublín se convirtió en el némesis de
su hogar. Pulir carros, lavar platos, podar un jardín, repartir panfletos
políticos, fueron parte de los trabajos que tuvo José Aguilar en su paso por
Irlanda. Todo lo contrario a lo vivido en Trujillo, donde sólo una experiencia
laboral lo acompañaba en un país donde el sol en verano se acuesta a dormir
poco antes de la medianoche.
Una pesada
maleta de sueños arrastraba José Aguilar a su llegada al Dublín, la mítica
capital irlandesa. Descubrió dos cosas al pisar Europa. No fue recibido por
duendes y era una realidad que tanto él, su hermana y cuñado, llevaban sólo
100 dólares gracias a la burocracia que
arropa el sistema Cadivi.
Era abril, y
los primeros días daban la bienvenida a este par de “turistas” según constaba el libro de ingreso del
aeropuerto. La amiga que prestó su hogar y los Aguilar sólo sabían el propósito del viaje:
Radicarse en Irlanda, aunque José Aguilar pensaba distinto “Mi hermana y su novio iban decididos a quedarse, yo no. Sólo quería estudiar inglés y volver.”
Sin inglés y sin trabajo: su gran talón de
Aquiles
En 15 días
la Eva de los Aguilar había conseguido trabajo de niñera. “Mi hermana trabaja
en un hogar donde tenía comida, hospedaje, cosas de aseo personal y hasta una
bicicleta, y cada viernes ganaba 100 euros semanal.”
Junto a su cuñado, el trujillano comenzó a
planificar un día a día donde la mañana era dedicada a estudiar inglés en la
biblioteca pública de Dublín y la tarde para entregar currículos en cualquier
sitio.
Los nervios
y el desespero atacaron a José, nadie llamaba, su bandeja de correo seguía
igual, sólo algunas notificaciones de sus redes sociales que ya no eran
importantes adornaban su email.
Un trébol de cuatro hojas: Su primer
empleo
La ansiedad
se transformó en ganas de aprender inglés. En poco tiempo logró dominarlo
mucho más que su hermana y cuñado. Y para él era necesario “no sabía inglés y me sentía
inferior porque salíamos a una reunión y todos dominaban ambos idiomas y contaban
un chiste en ingles y yo no entendía.”
“Mi hermana
me dijo que un político estaba aspirando a un cargo político y que estaban
buscando personas para repartir volantes. Con nervios hablé con él y fue algo
duro cuadrar la cita por mi inglés, nos vimos un jueves y el trabajo era hasta
el sábado, trabajé tres días repartiendo volantes, ese fue mi primer trabajo.”
José empezó
repartiendo volantes por tres días en apoyo al candidato del Partido
Independiente Enmanuelle Sweeny, quien le prometió ayudarlo en su condado si resultaba electo.
El día de las
elecciones el apoyo se esfuma. Sweeny queda de once (último lugar) “era una tragicomedia, había perdido mi primer
trabajo pero gané 64 euros por día. Era la primera vez que hacia plata en
Irlanda y me sentía orgulloso” relata entre risas Aguilar.
Bendecido por San Patricio: Consigue
trabajo y paga su escuela
Una mañana
su cuñado se queda estudiando inglés en la biblioteca, José camina por las
calles de Dublín en busca de un trabajo que le permitiera estabilizarse y
comenzar a estudiar “nosotros no íbamos a Irlanda a hacernos ricos, sólo
queríamos vivir tranquilos y en mi caso pagar mi escuela”
Caminando en
alguna de aquellas calles frías observa un aviso casi por gracia divina. “Vi en
un lugar que decía se lavan carros a domicilio, pregunté me dijeron búscate
los utensilios y te pones a lavar carros, lo único que vas a necesitar es agua.
Era una gran idea”.
Acompañado
de su cuñado van a “Euro Giant” un sitio donde todo valía un euro (Un todo a
mil de aquella Valera dorada) “Compramos entonces dos potes, dos esponjas, dos
trapos, los jabones más baratos. Hicimos unos panfletos que decían que lavábamos
carros sólo por propina”. Trabajando un mes sin parar, el trujillano logró
conseguir el dinero suficiente para pagar un apartamento, gas, electricidad,
internet y comida. Logró cumplir el sueño que perseguía “Pude pagar la escuela
que costaba en ese entonces 600 euros”.
Parecía que
el patrono de Irlanda, quien una vez fue forastero en tierra extraña, prestaba
su mano a estos inmigrantes venezolanos.
La época dorada: La
olla de oro detrás del arcoíris
“A Dublín lo separa un río. La parte norte son calles
impares, y la sur calles pares. Nosotros vivíamos ahora en Dublín 15. A dos
horas a pie desde mi escuela”. Fue por esta razón que José Aguilar compró una
bicicleta que por el largo camino terminaba siempre dañada. Ya no tenía tiempo
completo para lavar carros, estaba dedicado a estudiar.
“Fui a la escuela y hablé con una de las encargadas que era
Argentina, Karina se llamaba. Le expliqué mi situación y me dio trabajo como jardinero de la escuela”. Aguilar ganaba 173 euros por semana trabajando medio
tiempo, fue una “época dorada” sostiene.
Comenzó a
tener las cuentas al día, tenía tiempo para conocer Dublín, e incluso, ampliar
su grupo de amigos. “Empecé a crear mi propio grupo porque las amigas de mi
hermana eran venezolanas y yo cambié el chip, tenía que conocer gente de otras
partes del mundo y seguir practicando el inglés. Éramos casi todos hispanos,
una francesa y un surcoreano, por respeto a ellos no hablábamos
español, todo era en inglés.”
Era lo que
José esperaba, lo que deseaba. Sus luchas parecían tener sentido y su coraje
una razón. Ya como estudiante hizo un corto viaje a Bélgica para luego regresar
como estudiante. Esperaba pronto la carta bancaria y los tres meses de turistas
eran olvidados por una vida en aquella tierra donde en verano el sol se esconde
a medianoche.
Todo parecía
marchar como era debido pero su época dorada no sería eterna. “solo me duró un
mes”.
Agosto fatal: Cierre de la escuela e
incómodos trabajos
Cortesía: RTE NEWS |
“Al otro mes,
el viernes, la argentina me dice: José no te voy a poder pagar completo, de hecho
no te voy a poder pagar. No me preocupé y le dije que no pasaba nada. Al siguiente
viernes te pago los 300 y picos de euros me dijo.” El otro viernes ocurrió lo
mismo, y así estuvo el trujillano semana tras semana esperando su sueldo.
José estaba
preocupado. Debía pagar el alquiler, las cuentas comenzaban a ahogarlo y un
futuro incierto se vislumbró cuando llegó a la escuela y le dijeron que no
habría clases. El golpe de gracia lo recibió a ver a una televisora reconocida
a las puertas de la institución.
“Cuando
llego el martes veo que la escuela está cerrada y que está la televisión RTE News. A mi incluso me entrevistan y eso
comienza a preocuparme, vi que la cosa era seria. Hablo con Karina y me dijo que eso no había pasado
antes, que van a cerrar la escuela por
un mes porque hay problemas económicos. Vos
no te preocupés que te vamos a pagar todo… todavía estoy esperando que me pague
todo”.
La argentina
le pide ayuda para acomodar las cartas de los estudiantes, José aprovecha y
pide su carta bancaria. La mujer se ofrece a enviarle el formulario por
internet, apresurada le dice que deben marcharse del lugar. Comenzaba un futuro
incierto para el trujillano.
Ese mismo
día le piden trabajar como ayudante en un restaurante. Confiesa que fue uno de
los trabajos más rudos, más complicados e incómodos. El trato recibido era muy
bajo y terminó marchándose con ganas de no regresar.
Los
problemas con su hermana aparecieron, el ambiente no era propicio para llevar
las cosas con tranquilidad. José toma una decisión que estaba rodando por su
cabeza, desde tiempo atrás. “Decidí regresarme a Venezuela”
El retorno a la ciudad de las siete
colinas
Luego de haber
tomado la decisión, a José Aguilar le llovieron las ofertas de trabajo. Pero a
todos se negó porque ya tenía planeado regresar a su hogar. Tomó sus maletas y
marchó de nuevo a aquella tierra que esperaba ver tiempo después.
De Dublín a
París, luego a Roma, Caracas y Barquisimeto. Sería su madre la que lo esperaría
y llevaría al que siempre fue su hogar.
“Aunque no
me traje dinero me quedó un gran aprendizaje que era lo que yo esperaba” nos
dijo el valerano, quien asegura que luego de su experiencia en Irlanda ayuda en
su casa con el aseo del hogar.
Sobre si
volverá a Irlanda asegura que sí. Su hermana y cuñado han corrido con mejor
suerte y están asentados en aquella tierra de duendes.
Lo que si
tiene seguro es no quedarse a pasar su vejez en aquel pequeño país
europeo, pues el amor que siente por el paraíso con nombre de mujer supera en
creces su experiencia en la romántica y literaria Dublín.