jueves, 15 de marzo de 2018

El bombillo de la luna




Melanie Calistri/ECS

El vapor de un día difícil se guardaba en la casa, denso y espeso como un atol, gotas saladas brillaban en la cara de quien esperaba, ¿sudor o lágrimas? No se sabría decir por un espectador externo, ya que como nuestros ancestros, solo la luna y las velas iluminaban aquella noche.

A muchos el sueño les rehuía, por las  molestias de quienes no tienen las bendiciones que conlleva la electricidad; velaban cual centinela su retorno, algunos en sus patios, otros en la calle… pero la noche no estaba tranquila, no eran grillos los que sonaban a lo lejos, como era habitual, si no cacerolas y gritos que rompían la rutinaria paz.

Las cacerolas fueron precedidas por disparos, quizás de perdigones, se veía la luz arropada por el humo a la distancia, pero no había nada claro que se distinguiera.

Esa noche las líneas fallaban, no solo la luz, nadie sabía qué ocurría, la quietud de las tinieblas dejaban filtrar los rumores de los vecinos, que decían “Se cansaron de esta guachafita” y “Ajam! Se prendió la cosa” pero habría que esperar que el astro rey despertara, para saber el ¿Qué paso? Real de las protestas nocturnas.

Al tiempo como una tormenta que se acaba, todo se volvió apacible, como si nada hubiera pasado, pero la luz no retorno ¿Estamos regresando a nuestras raíces o involucionando nuestra calidad de vida?.