(Primer manifiesto del mendigo)
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Fotografía: Carlos Santiago Solarte Vetancourt. |
I
Aborrecemos el rojo, lo detestamos, nos
asqueamos del rojo de la misma manera en que nos dan asco las políticas de paz,
puesto que todos sabemos que no hay políticas de paz, la paz la trafican a su
antojo desde altas letrinas con ínfulas de inodoro, tan parásitos lo rojos
conectados al gran chorro de dólares que produce la gran vaca gorda de América,
la prostituida de revolución, la consumida por el cáncer rojo, la de la pata
rota y la columna con diez hernias
discales producidas por dieciséis años de llevar a cuestas a Cuba, Bolivia,
Ecuador, Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, China, Rusia, y demás sanguijuelas
infecciosas.
Amamos los estupores del orgasmo entre las
piernas de María, Eva, Isabel, Magdalena, Juana, vírgenes todas, cualquier nacimiento
de la expresión rebelde para abatir a los rojos, y reivindicar el rojo, nos es
agradable, como los versos incendiarios del poeta y el trago de cocuy, prescindimos
de la belleza de imágenes naturales, del canto de los helechos y los espasmos
de los colores, atisbamos con encanto la lluvia de las tardes delirantes, estamos
cansados de tanta miseria cultural, de tanta podredumbre impregnada en el aire,
de tanto rojo derramado en las calles.
Los partidos políticos son tan fraudulentos
como destructivos, las religiones esclavizan al cordero que les produce lana,
queso y leche, dios sigue bañándose en las aguas termales del cosmos;
desechamos el culto a la guerra y lo restituimos por la punzante lanza renovadora
del arte. Los rojos oligarcas se alzan sobre el cadáver de una mujer
descuartizada, pedacito a pedacito repartida entre ellos y sus secuaces extraterritoriales,
el cáncer rojo vino a demostrar los ademanes de la corrupción, a desgarrar la
hermandad que permanecía entre nosotros, a convertirnos en asalariados
borregos, títeres manejados a su antojo. Convenimos en que el cáncer rojo debe
ser extirpado, ametrallado a versos punzo-cortantes, perdonados, sin olvidar
nunca su legado de miseria. El rojo está empalagado de tanto rojo y debe ser
reinventado.