domingo, 26 de marzo de 2017

No me compraban café, agua ni bambis por ser venezolano

Foto: Referencia
Cada día el éxodo de venezolanos emigrando a otro país va en aumento. Cambiar de vida y cultura por un mejor futuro no es nada fácil. A pesar de muchos casos de éxitos también encontramos casos de fracasos, donde los protagonistas tienen que regresar al país como el de un joven trujillano que contó a Trujillo Digital su experiencia en Colombia.

Jordyn Carangelo, un valerano residenciado en el sector La Floresta, decidió emigrar junto a su novia en busca de un futuro estable. Una maleta llena de sueños y esperanzas era lo que acompañaban a estos dos jóvenes que salieron de Venezuela buscando un mejor porvenir para su hija de nueve meses.

Aunque el objetivo principal era conseguir un trabajo de inmediato para sobrevivir, supieron de primera mano que eran una estadística más, cuando al llegar a la tierra de Nariño encontraron la cruda realidad que como ellos, miles de venezolanos iban en busca de lo mismo.

Aunque tenían pensando llegar a Bogotá, la pareja trujillana se quedó varada en Cúcuta. “No teníamos pasaporte y es obligatorio tenerlo para poder pasar. Queríamos realmente llegar a Bogotá aunque el pasaje era caro teníamos el dinero, pero no teníamos para darle a los militares y que estos nos dejaran pasar sin el pasaporte”.

Gráficas: El Confidencial 















Según Carangelo tenían que comprar un boleto de entrada y otro de salida como cualquier turista para poder llegar a Bogotá. Cada boleto cuesta 60 mil pesos.
“El primer día en que llegamos todo se nos complicó. Nuestra meta no era Cúcuta, tuve sentimientos encontrados; decepción y angustia. De inmediato nos dimos cuenta de la malas caras que nos ponían y eso nos hizo pensar que teníamos que echarle ganas para poder sobrevivir”.

¿Qué hicieron cuando se dieron cuenta de que no podían llegar a Bogotá?

“Pues anduvimos sin rumbo, nos encontramos a una señora que nos tendió la mano. Nos alojó en su hogar y nos cobró barato, luego nos prestó unos termos juntos a unos carritos para vender café, agua y bambis. Lo cual es común hacer cuando se llega a Cúcuta o cualquier ciudad colombiana. Cuando salimos a vender me di cuenta que en cada cuadra habían vendedores  de café, agua y otras cosas…  Y que la mayoría eran venezolanos.”

Aunque Jordyn no lograba vender nada,  sus esperanzas no morían, recorría el centro horas y horas hasta que alguien le compraba. “Era difícil vender, en algunos lugares me prohibían vender porque era venezolano, en otros lugares me decían “no te compro porque eres venezolano”, otros me compraban porque me querían ayudar. Lo que más vendía era agua y eso porque vienen selladas”.

¿Te sentías mal cada vez que recibías comentarios xenófobos?

“Sí, realmente sí y es lamentable porque te tildan de ladrón dicen que los venezolanos vamos a robar y aunque suene triste es la verdad, los que están robando actualmente allá son venezolanos, bueno una parte”.

En años anteriores Venezuela era un país que recibía a miles de personas de diferentes países. Éstas eran mayormente recibidas de buena manera ¿Qué opina usted de que ahora los venezolanos tengan que emigrar para buscar oportunidades y tengan que vivir los que ustedes vivieron?

“Aquí no estamos pendientes de que nacionalidad es cada quien, si eres  colombiano, francés, chileno, chino, japonés o de cualquier nacionalidad nosotros lo vemos con una misma cara. Pero en los demás países eso realmente importa mucho, es por eso la dificultad de poder trabajar. Y es triste que emigrantes de cualquier nacionalidad tengamos que vivir esas experiencias”.

Cada extranjero vive experiencias distintas, desde comer una sola vez al día hasta recorrer largos kilómetros y kilómetros para ahorrar dinero. “Comíamos una sola vez al día, el agua nos la daba la señora puesto que allá todo es pago. Para no gastar dinero en transporte teníamos que caminar al centro que es donde salimos a vender, es como caminar desde Plata III hasta La Beatriz, y nosotros los hacíamos cuatro veces al día. Los mismos colombianos nos reconocían y uno me dijo que con solo vernos caminar sabían que éramos venezolanos.”


Los jóvenes al darse cuenta que no podían más decidieron regresar al país, trayendo con ellos sus sueños, objetivos y esperanzas. “Se acercaba el fin de mes y debíamos pagar el alquiler y por más que salíamos a vender no nos dio para pagar los 160 mil pesos de alquiler. En nuestras maletas había muchos sueños y objetivos, salimos con muchas esperanzas y en búsqueda de un mejor futuro para nuestra pequeña hija. Nos fuimos con grande pensamientos, pero no sabíamos lo que nos esperaba.”

Gratificas: NTN24 
En los últimos años los venezolanos se acostumbraron a despedir a sus amigos, conocidos y familiares que salen en búsqueda de un mejor futuro ¿Qué le diría usted a todas esas personas que tienen pensando en emigrar?

“Realmente no es fácil tomar la decisión de irse no es fácil y aún más cuando uno se va de aventurero. Si se van teniendo familia en el exterior supongo que les ira un poco mejor, pero si se van de aventurero les irá muy duro y hay que emigrar con los pies sobre la tierra y saber que desde el primer día puede que les vaya mal”.

¿Qué le dirías usted aquellas personas que son xenófobas?

“Les diría que les deseo lo mejor, hay que desearle bien a todo el mundo. Y les digo que hoy somos nosotros en un futuro puede tocarles a ustedes”.