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FOTO REFERENCIA (Rafael Fréites) |
Un letrero que dice “No hay gas”
los reciben, sin embargo, con bombona en mano, los habitantes de Pampanito se
colocan uno detrás del otro desde tempranas horas de la madrugada con la
esperanza de que al señor Miguel le den el visto bueno para mandar el camión a
buscar gas a Motatán.
“Llegué a las 4:30 am y ya tenía a
ocho personas delante mí, ellos llegaron a las 4:00 am” dice Juan Peñaloza
(nombre ficticio), quien además añade que tiene desde el viernes intentando
comprar gas y siempre se devuelve con la bombona vacía.
Cada vez llegan más personas,
vienen en motos, carros, camionetas y quienes tienen menos suerte, vienen
caminando con la bombona en el hombro. “¿Quién es el último? ¿Dónde está la
lista?” preguntan.
El sol también llegó, son las 7:00
am, para ese momento ya van 53 personas anotadas en la lista y la mayoría
comprarán más de una bombona. “Con suerte las primeras 40 personas comprarán”
dice el señor encargado de la lista.
La mañana transcurre entre las
historias de las personas para deshacerse de los billetes de Bs. 100. Casi
todos los asistentes son hombres de piel arrugada. Esos señores se han
encontrado tantas veces ahí que ya crearon un lazo de amistad. Lo mismo pasa
con las mujeres.
Como político a punto de hacer un anuncio
importante aparece el señor Miguel, mientras que los habitantes se convierten
en periodistas por un momento. “Mi camión está anotado de número 19 y estos días
solo han llenado los primeros tres camiones porque no hay gas. Si a las 8:00 am
no me dicen que tengo posibilidad de llenar, pues no mando el camión” dice el
dueño del local.
El sol comienza a hacer de las
suyas, ya no es una mañana fresca. No hay noticias. Pasan los minutos y la
esperanza de llevarse las bombonas full a casa empieza a desvanecerse.
Una voz de una mujer causó más
incomodidad en las personas que el sol que en ese momento les pegaba: “No, el
camión no va a ir a llenar, el chofer se fue a su casa” dijo.
Poco a poco y de la misma forma
como llegaron, las personas fueron agarrando sus bombonas, sus caras miran
hacia el vacío, no hay nada más que hacer que volver a casa.
“Otra mañaneáda perdida” dicen los
habitantes. No solo llevan la bombona vacía, también se van a sus casas vacíos
de energía: pasaron más de cuatro horas en una cola.
Durante el resto del día
recargaran fuerzas para mañana seguramente hacer el mismo procedimiento para
intentar comprar gas. No pierden la esperanza, es lo único que les queda.