(Gregorio
Riveros-Santos) El poeta Pedro Cuartín en uno de sus poemas nos
decía lo siguiente: “...el hombre no
conoce los bordes del tejido/ no encuentra la entrada/ no encuentra la salida/ se
dispersa en la fortaleza de la duda/ solo sabe de su libertad encarcelada.”
La última vez que conversé con el poeta Pedro
Cuartín fue en un geriátrico ubicado en San Jacinto de Trujillo (Venezuela). Y en
ese mismo lugar, tenía su especial morada terrenal que se convirtió en uno de
sus últimos refugios existenciales. Conocimos a Pedro, en el sector El Prado de Pampanito, como poeta y profesor
universitario, habitante de nuestro terruño pampanitense,
por eso lo tenemos como uno de nuestros distinguidos coterráneos.
En aquella ocasión, estuvimos en la visita, la
Prof. Johana Mendoza, Directora de Cultura de la Universidad de los Andes (Núcleo
Trujillo), los poetas Analy Gabriela Calderón y Javier Abreu. Y a pesar de su salud
tan deteriorada, el poeta Cuartín nos conoció, y nos identificó a todos. Enseguida,
hizo un esfuerzo para conversar, porque deseaba y mostraba —con inocencia de
niño— las urgencias y apuros de hablar y trasmitir sus sentimientos. Sus
palabras fueron saliendo una tras otra con mucha lentitud y marcadas con el peso
riguroso de la angustia y la soledad. Habló muy poco. Y luego, apenas logró
saborear una tizana de frutas que Analy Gabriela, le dio cuchareada en la boca,
y se comió unos poquitos trozos de mandarina (chapera) pampanitense.
No podíamos borrar el asombro por el estado físico
del poeta. En un momento de cercanía, me dijo con su voz cansada y en fuga: “Gregorio, me quiero ir de aquí”. Para
ese instante no entendí muy bien el significado de sus deseos expresados en aquellas
palabras. Ahora creo entender lo que me quería decir el poeta. Creo que trataba
de señalar el estado de incertidumbre sentido al final de la existencia y el
desarraigo. Por eso, sus ojos mostraban la necesidad de salir de allí,
escaparse, del encierro final de la vida terrenal.
Y fue el pasado lunes 1° de agosto (2016) que se
escapó para siempre —pero se había ido antes, mucho tiempo antes que la muerte
llegara—, porque ya tenía decidido irse de allí, ya lo había pensado, ya lo
había dicho, escaparse, salir de aquellas frías paredes del encierro hacia la
libertad. Y se fue inexorable, hacia los espacios etéreos del infinito.
Ese mismo día, que se marchó hacia el infinito, escribí
dos poemas (dedicados al poeta Pedro Cuartín), el primero lleva por título “FE
DE VIDA”, y lo voy a leer con ustedes: “Hoy
no respondes como las flores/ que sonríen en el bosque./ Los pétalos/ están en
el piso./ Muestran sus rostros sin colores./ Sonrisas rotas por el tiempo/ y
recuerdos llenos de sombras./ Hay lágrimas/ al final del día./ Hay urgencias
que agonizan./ Hay un minuto de silencio/ que se queda/ extendido/ en lo infinito
del olvido.”.- Y el otro poema titulado “Mis Amigos”, es un texto para no quedarnos prolongados en el olvido,
y más bien, prolongados en un vuelo infinito. Pero lo vamos a dejar para el final
de esta crónica breve.
Pedro Cuartín, había nacido en Coro, en el año 1949.
Era licenciado en Letras mención Letras Hispánicas (LUZ, 1973), Magister en
Literatura Latinoamericana Contemporánea (Universidad Simón Bolívar). Excelente
poeta y ensayista, y llegó a estas tierras trujillanas, a servir a muchos por
ser profesor universitario de la ULA (Núcleo Universitario “Rafael Rangel”) y por
ser un excelente maestro de la palabra. Pero además, fue un maestro de la vida,
y de la amistad, con la poesía de todos y de los necesitados, y su lucha a
favor de los más desposeídos. Por eso, su literatura, es asequible y llegadera.
Tenía su propia carta de presentación, llegaba con etiqueta de alegría y humor,
y su fino sentido de la palabra para el pueblo, expresada por sus costados, al
revés y al derecho, y con la multiplicidad de los sentidos vitales que marchan
remozados con la imaginación y ficción de su obra. Y publicó los poemarios “Animales del Solar” (1992) y “Las Hendiduras del Sueño” (2002); y entre
sus ensayos tenemos “Orfismo y tenebrario
en la poesía de Juan Sánchez Peláez” (1994), “La obra de Hernando Domínguez Camargo: arquitecto gentil de laberintos”
(1996) y “Mil fragmentos de caótica
substancia. Comentarios sobre algunos textos de David Elías Curiel” (1998).
Profesor jubilado universitario de la U.L.A, donde lo escuchamos en sus clases
de lingüística y literatura, y más que una cátedra, ayudaba en marcar pautas, y
orientaciones y correcciones para los nuevos poetas y escritores trujillanos.
Para finalizar, leemos un poema —uno de sus
preferidos— (escrito por el mismo poeta Pedro Cuartín), que se titula: LAS
HUELLAS DEL TRAJE: “Las huellas del
traje/ penetran en el canto del gallo,/ atisban el sueño de las puertas,/ amanecen
perplejas/ sobre el anuncio de la tempestad,/ andan desorientadas/ detrás del
cuerpo del baúl,/ suben, bajan, se desnudan,/ leen cartas de amor/ hasta que se
cubren con el ritual de las nubes”.-
Y como si no fuese suficiente estar cubiertos con el
ritual de las nubes, emprendemos el vuelo, y volamos prolongados en el infinito,
y lo hacemos, con el segundo poema (MIS AMIGOS) hecho en homenaje al poeta Pedro
Cuartín:
MIS AMIGOS: “A
veces mis amigos/ son como las hojas/ que andan por el piso/ la intemperie/ el
desarraigo y la soledad/ y de repente, se levantan/ con la brisa. Y se los
lleva el viento./ Y vuelan/ con las golondrinas/ y los pájaros/ que miran pasar
las horas/ vestidas/ con mariposas azules./ Y sus ojos aplaudidos —por el
asombro— / se quedan quitecitos/ de tanto mirar./ Y vuelan”.-