lunes, 30 de noviembre de 2015

Primer Manifiesto del Hollín, por el Indecentísimo Conde de Asar-Azar (II parte)




(II/III)

No tengo quejas para con los anteriores Condes, los de los dolores, las intermitencias fibrosas y los gallos nocturnos de la espera, no hay culpa en ellos, todos nacemos porque no hay opción. De las pocas cosas que podemos decidir es el morir y sigue siendo tan indecible; la vida es muy poco lo que de decisión tiene, por eso tan complicada y en contraste, pareciera haber tanta decisión en ella pero ni la muerte (no todos quieren escoger su muerte), a la hora de la chiquita, sabés, podemos escoger. Se nos ha mostrado tan lejana la muerte, tan extraña a nuestros ojos; prefirieron y preferimos escuchar y leer de ella en los antiguos libros (cada “cultura” parece a veces una versión distinta de las farsas) que la manchan de esperanza y castigo; la dicotómica consecuencia de la Nuestra Calva, tan intimidante que es técnica del cine, artificio de disciplina, vecina del dolor, disfrute el verla en la página última diaria carbón de las sangres.

No es decir lamento y silencio en la espera infortuna del futuro que no nos llega, esa espera romántica que se ha heredado desde el protodeseo del progreso y el bienestar, bienestar que nunca nos ha arropado, y si lo hace, sus muchos parches son el gélido lamento de la intemperie ¿Cuál es la próxima sorpresa del vivir en la vida enorme que es la humanidad? ¿A qué se le llamará tercera guerra mundial y cuáles sus protagonistas, héroes y pillos? La televisión nos ha robado mucho tiempo por tanto analgésico que le hemos otorgado, placebo de placebos, enciclopedia indefinida otorgada para el fugaz ser de las palabras que se disimulan en trascendencia para colarse en neuronas, opiniones y razones tinta buena que nos imprime hinchazón de colon y dolor como alivio.

Es cierto que las informaciones están liberadas porque todos lo dicen y nos los dicen y se nos insinúa, que la Internet es una nueva especie de dios interactivo, pero todo lo que en sus inicios bélico fue su uso, en estrategia y tragedia, carretera de dos vías, camina seguro en propósitos inacabables, y se nos puede ir todo a la mierda; merienda insignificante la esperanza de liberarnos en las letras, en las respuestas de todas las preguntas, parece más bien que estamos en la vertiente de todos los vómitos, esto es como de caducidad imposible, suena a hambre de imperios.

Quiero decir que estamos dejando ya de existir, tanta certeza aprendida-inducida, tanta pequeñez, que es divina condición humana, acaba en la puta certeza, en la puta obediencia, en las putas miserias que tantas hay que hasta aquí escribo una, en el puto dogma, padre de tantas de estas miserias; quiero decir, nos dejamos tomar como intérpretes de nuestras vidas en vez de simplemente tomar posesión de lo propio.