viernes, 27 de noviembre de 2015

Primer Manifiesto del Hollín, por el Indecentísimo Conde de Asar-Azar (I parte)




(I/III)

Estamos en una época donde lo espectral, espectado como la esperanza, explota y se difumina como aún lo hacen los cadáveres de la inquisición y los de Hiroshima; la frustración hace de los hombres y mujeres la amenaza en que se han convertido nuestros nietos, esos nietos que aún no son y rezamos, rezamos en caída libre hacia ellos. La gente no nace y ya nos sabemos afectados por sus tremendas furias natas, furias de centímetros caducos en la ineficiencia de los poderes que, bueno, eficientemente más poder negligente se han hecho desde sus inquebrantables fines de vieja, distinta, extraña y enajenante ceniza. Esta gente nueva que no conocemos aún ya se hace tremenda inminencia de cadáver para las décadas que nos transportarán a la certidumbre del futuro de este hoy, que nos envuelve en esta estancia presente, certeza… certeza, certeza que ni un segundo se sabe próximo; ¿en qué el meollo, el conflicto interminable de clases, estos nuevos-nuevas que se siguen comiendo el cuento y nosotros seguimos comiendo mal? ¿En qué va? ¿Para qué nos seguimos viendo en ese artefacto tan obsoleto del espejo si ya sabemos de nosotros? Es el espejo la máquina para el desconocimiento; no muy contrario de como lo pensaron sus ideólogos, farsantes de la imagen y pregoneros de la falsa estética del cuerpo, en el cuerpo, ese que le da de comer a tantos y que a tantos, por tanto que da, les ha quitado hasta el caminar, las largas esperanzas de unas piernas efectivas, de unos brazos, que si son necesarios, y otros que por el rostro no se soportan y se dejan a la gracia del cielo que los aborrece, porque no hay de otra, la culpa es de los dioses y la gente; ojalá no sólo mi gente lo sepa. ¿De quién más la culpa de la creación? ¿A cuál de los tantos dioses hay que culpar? Los sabores se deshacen en estas generaciones que ya no saben sentir, cambiaron la piel por el fingir y son escama de quimera moderna, quimera hágalo usted mismo, y es “costoso” ser de ahorita, porque lo verdaderamente barato es vergüenza pública, púdica y púbica. ¿Por qué cuesta tanto entretenerse benévolamente, ahora, si hay tanto para cultivarse con ya muchos saben qué?