miércoles, 7 de octubre de 2015

Breve crónica de cualquier ciudad

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Ésta ciudad es una abstracción atrapada en las desgarraduras del tiempo, un punto sobrio que la historia se ha encargado de pavimentar de buenas o malas intenciones; nadie se percata de su esencia, cada transeúnte desanda sin saberlo, cada uno con un motivo, un trabajo, cada uno vacío. El concreto asfixia, tortura, las calles son pedazos de destino donde se forja la sutil parodia del tiempo, donde se aglomera en mezcla gelatinosa cultura y sociedad, confluyendo en un caos burocrático de estética, moda, tecnología y pensamiento, y que va a ser muestra absoluta del automatismo irremediable en sus lugareños.

Enfrentar la existencia, superarse, simboliza atizar las capacidades que tenemos para forjar ideas y los arquetipos que poseemos en nuestra mente de la realidad, conjugadas unas con otras. Los pensamientos llevan a la representación, cocinándose a poca llama la aspiración social. Cada tiempo arrastra un padecimiento de enfermo, pero también su remedio, las medicinas se crean a través de los años, conjuntamente con las enfermedades, y si se aplican con fervor, puede que jamás carezca de buenos resultados.

La particularidad del ciudadano actual es el ardor por el dinero, la tecnología, el negocio, la desdeñosa perversión por el bienestar material (disfrazado de progreso), el amor incontrolable y venático por la fortuna, he aquí algunos de los síntomas de la enfermedad de nuestro tiempo.  La vida en la polis se tiñe del trajín del día a día, en vibración aquejante de monomanías, estrés y neurastenias, males imperantes en este siglo XXI, contra el que son prácticamente (de una u otra manera) infructuosas todas las riquezas materiales del mundo.
 
Para los menos acrecentados económicamente, la situación tal vez es más ruda; posiblemente no haya forma de distracción ni pausa. Al calvario del trabajo, de la empresa, de la tienda de ropa, de las calles colmadas de vehículos y personas, del chofer grosero, del delincuente de la esquina al asecho de cualquier persona, le continúa el calvario de la casa, el terrible y agreste problema monetario, la pesadez del mal genio, y la inclemente estocada de los familiares más desesperados, estresados.

Exponía que cada tiempo también trae su cura o remedio. ¿Cuál es el de esta anomalía? Considero uno que se perfila desde que el hombre es hombre y que ha estado presente a lo largo de la historia, que ha movido al mundo y sus diversos conceptos de belleza, punto de apoyo para una humanidad en perfecta salud, el arte (en todas sus ramas), que forma parte de la verdad, y jamás podría ser posible pensar un arte como algo fuera de ella, es absurdo pensar en algo verdadero que no sea hermoso (hasta el odio y el dolor, si son reales, son tan bellos como el amor), que adquiere e inyecta, sin darnos cuenta, energías insólitas, el arte por la vida, en pro de la reinvención social, para llegar a un concepto resplandecientemente optimista de la vida, en concordancia con Whitman, por aquello de la alegría, el misticismo, la paz y las capacidades que tenemos todos en común,  abogando por el bienestar del espíritu.


El hombre común y corriente no lo sabe, está muy ocupado haciendo dinero para satisfacer sus necesidades, invocando al dios del “progreso”, pues cree firmemente en él y su disfraz de bienestar. Se me hacer necesario preguntarme ¿quién soy - quiénes somos – que somos? La ciudad es un rompecabezas de ondas y señales culturales, en cierta medida desconocida. La ciudad es hoy mi sitio de encuentro, mi hogar, y me planteo conocerla con la minuciosidad del artista, en el tiempo consumidor de mi vida. El encanto de ésta ciudad está en ver las cosas fuera de lo común, adentrase en la serpiente de dos cabezas, en el acertijo enunciado por el smog y los pocos árboles que la habitan.