martes, 14 de febrero de 2017

Crónica: Cuando las rejas del retén se cierran



Una llamada  a media noche despertó la angustia de ***Samanta, quien desde temprano sentía un mal presentimiento. Al recibir la llamada, sería su primo quien le daría la noticia, de inmediato, su corazón comenzó a latir como galopar de caballos al saber que su hija ***Marta era una de las 192 personas presuntamente secuestradas en el reten de Trujillo, mejor conocido como “El Diez”.

Para Samanta, la noche se hizo eterna y solo retumbaba en su cabeza “Tía, Marta esta secuestrada”. La angustia hizo de las suyas desde temprano, pues no sabía el paradero de su hija, quien fue a visitar a unos familiares en el reten a las 10 de la mañana y no apareció en toda la tarde.

“Supe de ella cuando me llamo mi primo, pase toda la tarde llamándola pero Marta no me respondía” relató Samanta mientras recordó los momentos de miedo que paso el domingo. “No hacía más que dar vueltas pa’ ca’ y pa’ allá y pensar, qué le había pasado a mi hija que no aparecía” acotó la mujer de unos 60 años.

Mientras Samanta seguía relatando lo vivido ese domingo, se fue acercando al lugar una joven de al menos 23 años de edad, de aproximadamente un metro cincuenta y de cabellos despeinados. Sus ojos expresaban el cansancio y un largo trasnocho, cosa que nos afirmaba que ella era Marta.

“Ella es mi hija, llego esta mañana a las nueve” dice Samanta mientras arrastra una silla para que Marta se siente.  Los saludos se fugaron del encuentro, pues ella comenzó de inmediato a relatar lo que vivió el domingo en lo que sería una visita normal  de las tantas que ha hecho al reten.

Atrapados

“¡Numa, cierra la reja! nadie sale nadie entra”, gritan desde adentro. Los visitantes asustados se comienzan a preocupar, ya sospechaban que algo iba a pasar, eran las 3 de la tarde y no los habían sacado todavía. Relata Marta mientras aclara, que lo normal es entrar a las 11:30 de la mañana y salir a las 2:30 de la tarde en la visita dominical.

La orden de cerrar la reja la dio el pran a uno de sus luceros para proteger a los que estaban adentro, quien en voz alta grito “hay un secuestro de visita” y cerró las rejas. “Nosotros nos quedamos sorprendios cuando cerraron la reja. Todo el mundo se asusto” contó Marta a Trujillo Digital.

Dentro de los visitantes había un pastor evangélico, quien comenzó a orar para tranquilizar a los demás rehenes “Ya vamos a salir, pronto saldrá la visita” decía el hombre a la personas que se encontraban alarmadas, pero las horas siguieron pasando y no había respuesta.

Muchos se calmaron pues el pran les aseguró no les haría ningún daño a la visita “los presos no iban a permitir se metieran con la visita y antes de que pasara eso, ellos jodian a un paco dijeron”.

Mientras pasaban las horas se desmallaron varias personas, jóvenes y adultos mayores. Dentro de ellos, una joven que comenzó a presentar mucha fiebre y se “retorcía como convulsionando”, gracias a ella fue que pudo salir el primer grupo de personas.

“Yo estaba con la chama, cuando un preso se nos acerco y dijo, por ella ustedes deciden ¿se quedan o se van?”. Decisión que debían tomar en cuestión de segundos.

Muchos de los visitantes no querían irse pues temían que la policía, al ver que ya no estaba la visita, arremetiera contra los reclusos, afirmó Marta quien a pesar de ese temor decidió salir con un grupo de personas por la salud de la joven. “Vamos a salir, porque si esta mujer se nos muere aquí es peor” dijo.

Marta salió en el primer grupo a eso de la 1 de la madrugada. “Las abuelas salían llorando, al igual que las otras mujeres mientras nos sacaban”. Tras ser liberados la policía los saco de las cercanías del reten y al no tener para donde ir a esa hora, se fueron a dormir a la plaza Bolívar de donde, al poco rato, fueron desalojados por la policía.

El último grupo de personas salió a las 3 de la madrugada, entre ellos en su mayoría hombres.

Marta afirma que los familiares de los reclusos se pusieron de acuerdo para no alejarse mucho del lugar, pues según ella, si se iban “perdían ellos y los reclusos”, debido a que la policía podía entrar y “joder a los muchachos” dijo la joven, quien además añadió que habían muchos policías encapuchados en las adyacencias del reten.

Como respuesta a esto, el Fiscal Penitenciario de Trujillo, Alejandro Martínez, les aseguro a los familiares de los privados de libertad que se retiraran de la zona y no se preocuparan porque no les pasaría nada.

Nuevas normas


“Sólo comida, agua y cinco mil bolívares le podemos pasar a los presos una vez al día”. Estas, las nuevas medidas implementadas por el retén, a la cual los familiares se oponen. Asimismo tampoco pueden entrar cigarros ni afeitadoras, afirmó Marta.

Reten policial N° 10
Además de esto, dice que los cinco mil bolívares que permiten entrar no alcanzan para nada “La causa ya está en mil quinientos, todo está subiendo ahí dentro. Un pan cuesta dos mil y con la poca comida que dejan entrar, si los muchachos se mueren de hambre ellos (policías) no responderán”.

Mientras tanto, los privados de libertad exigen mejoras en una de las zonas del lugar, por lo que esto y las nuevas medidas de seguridad fueron el motivo de la acción como método de protesta por parte de los familiares que los apoyaron.

 Las enfermedades y la desnutrición son el pan de cada día de los reclusos “lo que se vive allí dentro es deprimente, el lugar es muy pequeño para la cantidad de presos; ellos también son humanos” dice Marta, quien pese a este episodio vivido el pasado domingo, volverá el próximo día de visita para llevarle comida y agua a sus familiares, a quienes visitara así vuelva a escuchar “nadie entra y nadie sale” cuando las rejas del reten se cierran.


*** Los nombres de las declarantes fueron protegidos por su seguridad bajos los seudónimos de Samanta y Marta.