domingo, 10 de julio de 2016

El escritor Manuel Bermúdez y la Coronela. Un matrimonio en tierras trujillanas.


(Gregorio Riveros-Santos). Hace algunos años —el poeta Luis Vásquez y yo— estuvimos arreglando la Biblioteca del Centro de Historia de Trujillo, en vísperas del Primer Simposio de Literatura Trujillana "Mario Briceño Iragorry" (año 1985). Estábamos emocionados. Salíamos de clases en la universidad y corríamos a colaborar en la biblioteca. Era la oportunidad de conocer a escritores y poetas que venían de otros lugares de Venezuela.


MANUEL BERMÚDEZ
Llegó el día de la inauguración del simposio. Al terminar la primera sesión matutina, salimos a comer. Llenamos el carro del poeta Luis Vásquez. Previamente, conocimos a Manuel Bermúdez. Lo buscamos luego de su intervención y hablamos con él, o mejor dicho, quien habló fue él. Luego, al mediodía, se lo iban a llevar a comer (en horas del almuerzo) junto con otros poetas que en realidad no conocíamos. Pero Manuel nos invitó, y allá fuimos a parar.
Se reunieron un buen grupo de escritores: Denzil Romero, Manuel Bermúdez, los poetas Ramón Ordaz y Tito Núñez, entre otros. Fuimos a la casa de La Coronela. Una casa ubicada detrás de la iglesia de Don Tobías, con un ambiente muy familiar y acogedor. Una señora muy decente y muy amable. Era parte de una distinguida familia trujillana.
Ella, una hermosa mujer, de ojos bellísimos (La Coronela) había cursado la invitación. El ambiente era espectacular. Festivo. Circuló una bandeja con delicados vasos de cristal repletos de añejo escocés. Y no faltaron los exquisitos “pasapalos”. Los tragos hicieron aflorar anécdotas, comentarios, y los finos versos leídos de poemarios, o arrebatados a la propia memoria.
Al final, salió la doña vestida con su impecable traje verde oliva. Hizo gestos castrenses. Había sido miembro de la comisión de ascensos del ejército en tiempos del presidente Carlos Andrés Pérez. Y entre ocurrencias, chistes, recitales y lecturas, así transcurrió la reunión. Buen ambiente, suave música, poemas, y la voz de Manuel Bermúdez que retumbaba complacida y cautivante y con mucha parsimonia en todos los rincones de la casa.
No faltó como conclusión, la nota mágica de los poetas. La respetable y amable Coronela, se retiró a cambiarse las indumentarias verde oliva. Luego, en un abrir y cerrar de ojos, apareció inesperadamente ataviada con una vestimenta nupcial, con finas telas blancas, a tono de una boda muy pomposa. Todos quedaron sorprendidos. Pero al poeta Tito Núñez, que no se le escapa una, se le ocurrió un matrimonio, un casamiento, entre Manuel Bermúdez y la Coronela. Todos aceptaron. Primero, el matrimonio civil, y sirvió de Jefe civil el poeta Tito Núñez, y de amanuense el poeta Luis Vásquez. El matrimonio eclesiástico fue realizado y bendecido por el poeta Ramón Ordaz. Y Denzil Romero, sirvió como testigo de ambos actos. Al final, un lindo besito, unas carcajadas; y de inmediato, la separación de cuerpos, apenas unos minutos duró el matrimonio. El compromiso literario procuraba otros espacios. Se asomaron las primeras horas de la tarde, era la hora de regresar al simposio.
En el año 2009, a principio de ese año, asistí con el poeta Pedro Pérez al cumpleaños del Comandante guerrillero Francisco Prada (Comandante Arauca). Mi sorpresa fue que allí encontré al poeta Tito Núñez. Rememoramos aquel tiempo de nupcias que involucraba a Manuel Bermúdez. Y quedó sorprendido porque todos eran escritores y ninguno había escrito esa anécdota de Manuel Bermúdez en la ciudad de Trujillo en la oportunidad de celebrarse aquel primer simposio de literatura trujillana. Por encargo del poeta Tito Núñez, hicimos esta crónica volandera.
En aquél mismo año del 2009, el 15 de diciembre, murió Manuel Bermúdez. La prensa nacional daba la infausta noticia de su muerte: “Se fue el llanero marcado por el significado de las palabras”. Manuel, el mismo Manuel Bermúdez que por encanto de las palabras y el sortilegio de los actos en fina tertulia y magia literaria se casó en tierras trujillanas, con la amable, linda y entrañable Coronela que todos conocimos en aquel primer Simposio de Literatura. Por eso, el recuerdo de aquel casamiento —más allá de la ficción que desbordó la realidad—, nos dejó una ceremonia de unión con la amistad, con el compartir, y con el adorno de la tertulia y la buena fraternidad de los poetas.


Gregorio Riveros-Santos. 
Poeta y cronista (Pampanito/Venezuela). Abogado (U.V.M- Universidad Valle del Momboy). Estudios en la especialidad Derecho Procesal Penal (Universidad "Fermín Toro", Cabudare, estado Lara/Venezuela). Licenciado Educ. Castellano y Literatura (U.L.A-Núcleo Universitario "Rafael Rangel", estado Trujillo/Venezuela).